El cráneo de Rudie

 

Cuando dejé de ser la misma apareció una puerta en mi interior, tenía un mensaje implícito, que era el camino que había decidido. Debía pasar pruebas, tuve que permanecer en un lugar hasta recibir instrucciones del encargado que busca a las personas dignas del camino. Era delgado, con lentes, considerado no muy sabio entre la gente. Me dijo que era posible que pasara la prueba, pero que el cráneo de “Rudie” iba a estar siempre presente. En ese momento otra persona me señaló a una mujer que estaba abriendo un refrigerador, era robusta de cabello rubio atado de cola de caballo, baja de estatura, era ella la que estaba haciendo la prueba. Seguía mi turno para impresionarla, me acerqué y sin decirme nada, comenzó. Me preguntó cosas complejas que no puedo mencionar; estaba nerviosa, pero confiada de que había respondido bien. Tras cada pregunta hacía un comentario arrogante dándome a entender que solo ella tenía la verdad. Así que, decepcionada me fui a mi lugar a dormir, me acosté y mis bestias se subieron a la cama para recostarse junto a mí. Pasaba la noche y a la mañana siguiente el hombre con lentes me informaba que Rudie había llegado, me estaba esperando. Con miedo de saber quién era me asomé. Era un ente, parecía un orangután, no podría estar segura, pero se veía viejo, sucio o descuidado. Se acercaba a mí y se tiraba al piso. Estaba desnudo, su piel tenía miles de arrugas, su color era entre blanco y amarillo, su cráneo no era como el mío o, tal vez sí, pero muy deforme. Quería que lo observara completo, sus manos se tocaban, su torso estaba sobre mi regazo. Empezó a moverse y yo procuré que su cuerpo cayese al suelo delicadamente. Al verle el rostro nuestros ojos se conectaron y en ese instante supe que el ente tirado en el piso era una parte de mi alma. Me alarmé. Volví a ver su cuerpo y la parte de su estómago tenía un hoyo que se hacía cada vez más grande, estaba en proceso de putrefacción. Cuando volví a ver su rostro empezó a llorar, su boca estaba abierta y gemía con desesperación, sus ojos perdieron la fuerza y se giraron hacia su frente, el ojo izquierdo presentaba un hoyo igual que el de su estómago y se agrandaba cada vez más. El tiempo trascurría más rápido en su cuerpo que el tiempo en el que me encontraba. El cuerpo, se volvió esqueleto, su rostro perdió la tristeza y era ahora un completo vacío. Sin embargo, aún se movía, y aún me tenía esa devoción. Yo no lloré en ningún punto como lo estoy haciendo ahora, más bien noté que ese vacío estaba reflejado en mí. Quizá no mostré interés alguno por su muerte, ni culpa ni lástima, pura indiferencia y solo se transformó en la muerte. Al ver que todo el cráneo desnudo le dije -vamos afuera para que te termines de morir-. Rudie se levantó con un poco de ayuda del jalón que le di, el esqueleto se movía lento a mi derecha, me estaba siguiendo. Cuando lo voltee a ver por última vez los huesos se había deshecho tanto que parecía una cuerda la que sostenía el puro cráneo. Cruzamos la puerta y Rudie desapareció.

Mi corazón latía muy rápido, entendí que había perdido algo, quizá una batalla, o que no fui capaz de conseguir lo que me había propuesto o que no pude proteger lo que debí haber amado. Tenía un miedo tonto de que pronto fuera mi fin, pero no morí ese día ni esa noche, tan solo fue una parte de mí.

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